“LAS COSAS DE EL LUGAR”. Cristóbal Ramos, correor:

Resulta de que él era el correor en el Lugar, que ganaba una perra más que los otros, los de la romana.
Entró Juan Marin de teniente de alcalde con Sardiguera, de alcalde 2º, como se llamaba entonces, y le quitó la medía a Cristóbal. Se lo daban casi siempre al teniente de alcalde.
A la cuenta Paco Zamarra tenía una tabernilla, que era hermano de Bastián Zamarra, el amo de la posá frente al Ayuntamiento.
Cristóbal se la tenía guardá y decía:” Juan Marin es un grandón, pero blandón: Yo tengo más mala leche que él.”
Un día cogió y le díjo:” ven pacá, Juan Marin, que mu vamos a beber un vasillo-vino.” “Se le puso la cara blanca, pero vino conmigo”. “Lo llevé ancá Paco Zamarra”, que tenía la taberna donde la había tenío Frasquito el de la Enoveva, allí, en lo alto de la calle el Mesón.
“Llegué allí y le dije: Paco, pon ahí dos vasillos de vino” y, como Paco sabía que andaban mal, remachó: “¡¡ dos vasillos de vino!! ¿Cristóbal?”
Sí, uno pa mí y otro pa Juan Marin que le voy a decir lo sinvergüenza que es.
(La media era media fanega que llevaba colgá. Eran fedatarios oficiales, los correores de la Villa)
Vivian en la casa tres Cristóbal:
Cristóbal Ramos, el viejo
Cristóbal (Cristobalillo, porque de niño había sío mu malo) y
Cristobitas.

Cristóbal el viejo se iba al horno de Manuel y el Mono, que era el panadero, lo llevaba y lo traía, porque la calle estaba desempedrá – Manuel Perche la desempedraba cá dos por tres- y un día, para obsequiarlo, le dice Cristóbal al Mono:
“¡Venga, que te voy a invitar a un cafelillo!”
Y lo llevó al Casino.
El no se llevaba bien con los del Casino.
Su hijo Diego, el correor, era novio de una del Casino y dispusieron desbaratar aquella noviaría pá que Pepe el Coo se ennoviara con ella. Se enteró Cristóbal del lío, porque Diego, como era mu buena persona, no se estaba dando cuenta, percatando, se dirigió al Casino y dijo en voz mu alta: ¡“Con esto de la noviaría su estáis burlando de mi Diego y, cuando su burláis de mi hijo su burláis de mí!, ¡¡¡Pues que sepáis que quien se burle se va enterar. No va a quear ni coo ni coa!!! y deó de entrar al Casino
Aquel día ,30 o 40 años después, entró y creía que llevaba dinero en la cartera y lo que llevaba era cuatro recortillos de periódico, décimos de lotería…
“Bueno, ¿qué se debe”? y echó mano de la cartera y se llevó el chasco…
Entonces volvió a su casa mu enfadao y le dijo a la nuera:
“¡¡¡ Tantos años que no quería ni pisallo y por conviar al Mono, que me hace el favor, entro y ahora resulta que no llevo ni una gorda, qué habéis hecho conmigo!!! Armó la gorda.
Y es que había estao con fiebre y se le había tocao la cabeza un poquito y no hacía ná más que pedir dinero. Los hijos para tranquilizarlo le daban papelillos que el guardaba como dinero

Luis Torremocha

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